martes, 29 de enero de 2013

Lenguaje y aspectos relacionales.
Comentario de Adolfo de Frutos.


(Parece que hay personas que tienen problemas para publicar en nuestro blog. Eso le ha pasado a Adolfo, compañero del master, que me pide que postee lo siguiente, y así lo hago. No puedo hacerlo como comentario al post anterior, por motivos técnicos, así que lo cuelgo como un nuevo post. Isabel)


ADOLFO DE FRUTOS

Lanzo mi reflexión sobre lo acontecido aquella tarde: Pensaba realizarla en mi blog al margen de cualquier reflexión previa, pero he creído justo recibir la invitación de vuestro blog a sabiendas que su lectura pueda interceder en la mía propia.

De entrada debo decir que la experiencia no me provoco ni incomodidad, ni miedos, tampoco alegría, en principio no tuve ninguna sensación a lo largo de las sesión que me impidiera realizar el ejercicio marcado. Siguiendo la cronología de los hechos en el primer caso (conversar con alguien "aleatoriamente”) note diferencias relacionales debido al conocimiento previo de las personas con las que tuve la oportunidad de efectuar la actividad, de modo que a priori empecé más cómodo con aquella persona con la que pensaba me sentiría de esa manera y de la manera contraria actué con la persona con la que me sentiría más extraño, en el medio de ambos aquella que me permitía estar en una posición intermedia. En los tres casos la conversación discurrió con normalidad con la diferencia de que en el caso en que me sentía más extraño al comienzo mis pensamientos paralelos intentaban sofocar la duda de “que estará pensando de mi”. En mi estatus de comodidad del primer compañero esta duda no aparecía.

En el segundo ejercicio, no conseguí descubrir sensaciones que me permitieran modificar mi postura respecto a las relaciones de la primera fase del ejercicio. Todo transcurrió de la misma manera, sin mirarnos, mirándonos, con gestos, pero con las mismas sensaciones determinadas por mi conocimiento previo de los compañeros.

Ante el último ejercicio, nada cambio y mis sensaciones fueron idénticas.
Ante tal resultado intente buscar respuesta al mismo y poder darle una validez al ejercicio que en principio no encontraba, hasta tal punto de considerar la práctica como la menos productiva de las realizadas hasta entonces.

No sé por qué razón, para mí el ejercicio no acabo ahí, dado que pude vivirlo desde otra perspectiva, en paralelo, pero con una visión diferente. En el intermedio una de las compañeras que realizo el ejercicio conmigo, me comento estar incomoda por algo que le habían dicho de mí (fase 1, conversación), desde ese momento sin poder hablar sobre lo sucedido mis sensaciones relacionales cambiaron y desbordaron mis dudas respecto a lo que aquella compañera podría pensar de mi (fase 2, ausencia de conversación). Por último (fase 3, contacto), en la fase donde tuvimos que agarrarnos las manos consideré la necesidad de actuar de alguna manera para intentar transmitir mis ganas de aclarar el asunto, por eso decidí, no sé, si con suerte o desgracia, agarrarle las manos ni fuerte, ni flojo, suave pero con firmeza. Realmente no se si conseguí mi propósito pero ahí estuvo el intento.

Tal vez, esta cronología de hechos parezca vacía, pero para mí se llenaron cuando vi la necesidad de valorar el contexto como fundamental en las relaciones, más allá de los mecanismos de comunicación, cobra especial importancia en donde se produzcan estos. En la primera parte del relato únicamente era un alumno que debía realizar un ejercicio planteado por el profesor y para el cual era necesaria la colaboración de otros compañeros. El contexto era claro, un ejercicio de clase, no hay razón para complicarse, se realiza y punto, y lo hago más cómodo con aquel compañero con el que creo que lo podre realizar, no mejor, sino más a gusto, lo cual supone una decisión personal y arbitraria.
En el segundo caso, el contexto es diferente ya no es una compañera más, es alguien con quien has entablado una conexión intelectual y afectiva diferente que con el resto, descubres inquietudes similares, formas de actuar equiparables, y debido a ello te importa lo que sucede al respecto, la relación cobra otro sentido con mayor fortaleza y las sensaciones no verbales cobran relevancia en este caso, donde un simple acercamiento permite una gran comunicación.

Por eso yo no vi diferencias de comunicación en ninguna de las fases, de hecho, creo que todas son igual de importantes para comunicar algo cierto como para confundir y enmascarar lo que no se desea transmitir y cada una de ellas puede alterar las relaciones. Lo que descubrí fue la importancia de aprender y saber utilizar la comunicación adecuada para cada contexto.

Llevado al plano de la docencia, me gustaría saber controlar el contexto para que la relación docente-alumno se mantenga en ese equilibrio, intentando no confundir a estos últimos y que pudieran entender otro tipo de relación diferente dentro del contexto “docencia”.
Adolfo de Frutos
29-01-13

viernes, 25 de enero de 2013


Lenguaje y aspectos relacionales                
                                                                                                              
De Isabel y Silvia [el post está redactado por Isabel, de ahí del uso de los pronombres personales y descripciones definidas que encontraréis en el post]

Si escribimos este post es porque sentimos la necesidad de encontrar, o al menos buscar, una hipótesis explicativa que dé cuenta de nuestra reacción a las actividades propuestas por el profesor del módulo II del MADU el martes pasado. Este módulo dedicado a explorar los aspectos relacionales ligados a los procesos de enseñanza-aprendizaje. Como ya han pasado unos días desde la clase, hemos podido extrañarnos de nuestras emociones, y vamos a intentar analizarlas del modo más analítico, y aséptico, posible.

Para que todo el mundo entienda de qué hablamos, expliquemos en primer lugar la secuencia de actividades trabajadas en la sesión del martes pasado. En una primera fase, debíamos establecer una conversación de cinco minutos con un compañero A, luego con un compañero B y luego con un compañero C (la elección de los compañeros era libre), y posteriormente teníamos que analizar en un pequeño grupo de discusión (formado por personas distintas a A, B y C) cada una de las tres conversaciones para encontrar aspectos relacionales diferenciales entre ellas. En la segunda fase, debíamos “estar” con los mismos compañeros A, B y C, en parejas, sin hablar. Podíamos mirarnos, sonreírnos, en definitiva “estar con” pero sin hablar. Tras la segunda fase debíamos analizar en el grupo de discusión las diferencias entre la interacción verbal con los compañeros A, B y C y esta nueva interacción no verbal. En la tercera fase, y de nuevo con los mismos compañeros A, B y C, debíamos estar unos dos minutos dándonos las manos con los ojos cerrados (y sin hablar). Nuevamente, esta fase estuvo seguida de un análisis comparativo y diferencial dentro del grupo de discusión.

Dejaremos de lado una primera pregunta, interesante, que no se planteó allí, pero que conviene tener en cuenta ¿según qué criterios elegimos a los compañeros A, B y C? ¿Mera proximidad física (quienes estaban sentados a nuestra izquierda y derecha)? Yo creo que no (o al menos no sólo). En esa primera elección ya hubo aspectos relacionales condicionantes.

Pues bien, lo que ocurrió es que nosotras, a diferencia de los compañeros del grupo de discusión y también a diferencia, al parecer, de lo que les había ocurrido a otros muchos compañeros, tuvimos que ejercer verdadera violencia sobre nosotras mismas para realizar las fases 2 y 3 de la actividad (violencia quizá levemente matizable en virtud de los compañeros considerados: A, B o C). Nuestras descripciones respectivas del modo en que vivimos la actividad fueron “esto ha sido brutal”, “he tenido que defenderme de la actividad”, “vaya rayada” –esta expresión se oyó bastante--, y otras similares. No podíamos entender nuestra reacción (menos en el caso de Silvia que es una persona tremendamente sociable) y menos aún al compararla con la tranquilidad de otras personas al realizar la actividad.  Verdaderamente acabamos agotadas. Yo personalmente me sentí superada por la actividad. Desde la perspectiva de hoy, mantengo lo de ‘rayada’ y añadiría quizá ‘desazón’ para explicar cómo nos sentíamos.

Esta observación diferencial de nuestras reacciones y las de otros compañeros, nos ha llevado a pensar estos días sobre este hecho. Hemos barajado distintas interpretaciones posibles, y hemos finalmente generado una hipótesis de lo que pudo estar pasando. Como esta hipótesis nos parece descriptiva y también explicativa (porque nos permite dar cuenta de las reacciones de las dos), la compartimos aquí. No deja de ser una hipótesis, falsable como todas y, como todas, posiblemente parcial. Quizá es simplemente una interpretación cómoda que nos permite desechar otras menos cómodas sobe nosotras mismas. Posiblemente a lo largo del módulo tendremos tiempo de reflexionar sobre esto.

Creemos que lo que ha sucedido deriva de que, para nosotras, el lenguaje de una persona (y el nuestro propio) es una densa capa que nos recubre, en cuya observación y análisis consciente nos detenemos, y que es en sí mismo un objeto de reflexión. Por supuesto, creemos que todo el mundo ve a las personas a través de su lenguaje, puesto que el lenguaje conforma en buena medida nuestra identidad. Pero nosotras, creemos, “vemos el lenguaje de la persona”, y quizá es lo que más vemos, y a veces lo único a lo que prestamos atención. Por poner una metáfora táctil, que no sé si es afortunada, es como si las personas lleváramos gruesos abrigos de distintas texturas y, cuando tenemos que tocar a una persona, tocáramos primero durante largo rato el abrigo, examinando su textura, su color, los botones…. Y quizá en muchas ocasiones, el mero tacto del abrigo es suficiente, a través de él percibimos suficientemente a la persona. Y es nuestro abrigo lo que mostramos a los demás. No hace falta tocar más allá, porque quizá ni siquiera hay más allá. Es posible que para otras personas, el lenguaje es más bien como una camiseta fina, está ahí, pero la persona está debajo y si hay que tocarla, se levanta la camiseta y ya está.  El abrigo está adherido a la piel.
En la actividad del otro día, se nos pidió eliminar el lenguaje y observar sin él aspectos relacionales. Para nosotras, la actividad consistió en eliminar los abrigos, los nuestros y los de A, B y C. Quizá no sabíamos entonces qué debíamos tocar, ni cómo, en nuestros compañeros. Quizá es que al quitarnos nosotras el abrigo nos hicimos daño en la piel o quizá nos sentimos demasiado desnudas.

Demasiadas metáforas, me temo.
¿Por qué sucedió esto en último término?
Esto posiblemente deriva del hecho de que hacemos lingüística teórica formal, lo que implica que dedicamos mucha parte de nuestro tiempo a hacer una reflexión consciente y constante sobre el lenguaje. Y, sin querer, realizamos ese mismo tipo de reflexión en todos los ámbitos de nuestra vida, más allá de cuando hacemos investigación.
O quizá no.
En fin, una rayada (me ha tranquilizado saber que ‘rayada’ está en el DRAE y no es un vulgarismo ni nada por el estilo…)
Cerramos el post con una frase del profesor del módulo, sacada de otro contexto: A veces hay que rayarse para poder ir más allá.

Isabel y Silvia

lunes, 7 de enero de 2013


LAURA, SILVIA, ISABEL

Sobre Rúbricas

Comenzamos el año intentando poner en práctica lo que hemos aprendido sobre la confección de rúbricas. Hemos confeccionado dos rúbricas sobre la elaboración de trabajos escritos, con distinto número de niveles (y elaboración de sus contenidos) y distinto formato visual.

Podéis verlas en la siguiente dirección web:




También os recomendamos un par de trabajos sobre confección de rúbricas, sencillos e introductorios, pero que a nosotras nos han resultado útiles y muy interesantes para empezar. Se consultan on-line: